sábado, 25 de julio de 2020

LLUEVES SOBRE LAS AZUCENAS

El frío gobierna las calles, los amaneceres, las tardanzas, los trámites a medias, ya la burocracia no molesta, se ve insignificante; revolotea entre el piso, los paraguas, el sonido de las sirenas que resuenan más que de costumbre, y creo verte, otra vez; has mancillado mi tranquilidad, me hace gracia, puedo sonreír mientras el tumulto no avanza, en medio de quejas y cotorreos, aun así, consigues entibiar el aire y amenizas la espera; haces que nada importe, ni las flores marchitas, ni las chaquetas negras, y ni el temblor de mis brazos queriendo tocarte. Pasas de nuevo con la misma sonrisa, con el mismo aire de inmortalidad, tan altanero ante este mundo que te pertenece, y te vas,  no iré tras de ti, ya no, sé que volverás a rondar alrededor mío, para dejarme una y otra vez, tan insistentemente cuando se te apetezca y envuelves todo con la fragancia de tu recuerdo por unos días, otra vez.

Ella lo espera bajo el umbral de la plaza, cubriéndose escasamente del aguacero, mientras la humedad invade la privacidad de sus zapatos, pero vale la pena - Llego en cinco minutos - alcanza a leer, protegiendo la pantalla del móvil de la lluvia; a pesar del aviso, la espera se hace larga, son las siete de la noche pero la neblina hace que parezca todo más tétrico, «interesante verano» ese pensamiento no deja de causarle gracia a pesar de vivir toda su vida en esta ciudad, solo en circunstancias como esta le  molesta la lluvia «vale la pena», y sigue esperando, protegiéndose de la lluvia con el bolso impermeable que lleva en su hombro. La presencia de las personas se agota, mientras las bombillas de los últimos stands abiertos se apagan lentamente. 

El grillar emergen de los arbustos escarchando el silencio por las noches, que se prolongan en lo más inalcanzable de mis sueños donde suelo encontrarte, y mis pensamiento que penden de entre las manecillas del reloj, encuentran una extraña tranquilidad en el sonido de las goteras, desde la cocina a mis oídos, desde los tejados a mis oídos, desde tus ojos distraídos a mis oídos; y vuelvo a soñarte empapado corriendo y tirando de la flores marchitas de mis manos, esperando a que volvieras a mi tu mirada, pero te quedas inmóvil, y decides devolverme a la realidad - ¡Rayos!-, otra vez dormida de cara sobre la mesa con los pies helados, descalzos, el café dejó de ser efectivo. Son las tres de la mañana, el grifo de la cocina ahora si lo deje bien cerrado - Otro verano más -, frente al espejo, y te niegas a irte, -qué más da-, desde mucho antes me acostumbraste a tus idas y venidas. 

Él tiene todo preparado, las maletas, el pasaporte, el portátil, las palabras de doña Marta - No deberías salir ahora, en tremenda lluvia -, pero se acaba el tiempo, el embarque es a las cuatro de la mañana, estos últimos días a causa de los trámites para el nuevo pasaporte, los certificados y visitas médicas programadas por su madre, no dejaron despedirse de Diana, - Mamita, todo está listo, ya le dije que llegaría en cinco minutos -, se puso su chaqueta azul, y el paraguas. Se echó a andar hacia la plaza, esquivando los charcos y riachuelos que daban la impresión de entretejerse con los adoquines de la calle, cuesta arriba, las notificaciones del móvil no lo distraen, mientras trata de mantenerse bajo el paraguas para mantener la visibilidad de sus gafas intactas, pero logra poco, se guia de las luces de la plaza que a cada paso están más cerca.

Los pasillos están atiborrados de individuos, nuevos y viejos, algunos me saludan a lo lejos, sonrió a la vez que me despido, son las nueve de la mañana, y pasan algunas caras moradas de agitación hacia sus clases «que buena nostalgia», mientras me dirijo a la Oficina del Director. Último papeleo, últimos trámites, ultimando detalles, la maestría espera, un viaje espera; ya decían - te hace falta salir fuera - bueno, no especificaron qué tan lejos tendría que salir, un par de años en extranjero creo que será suficiente, y aquí voy ultimando detalles, con tranquilidad; pero, vuelvo a verte, corriendo, con cara de aburrimiento, tropezando «¡Hey!, cuando aprenderás a llegar a tiempo, ¿temprano?», palabras clásicas que puedes obviar de tu vocabulario, «Inoportuno» recostado sobre la puerta, a las nueve y cinco, el agujero negro tras la puerta no te concede la entrada, y te vas por donde viniste, dejando un aire despreocupado, irradiando una tranquilidad imperturbable con tu libreta bajo el brazo mientras tu imagen se entremezcla entre el gentío de la cafetería que aprovechan las horas libres «que buena nostalgia», suena el teléfono:
- Alo, ma!
- Hija, acabo de encontrar tus copias fedateadas sobre la mesa - con voz apenada.
- ¡Oh!, estoy a punto de llegar - dentro del folder está la mitad de los requisitos - bueno, al menos tengo todo el dia, ya regreso.
Y ya no estas, hoy no podre ir a buscarte, mi agenda pendiente para hoy se ha prolongado por negligencias del destino, ¿o del olvido? tambien podria echarte la culpa, pero no, hoy no estoy de humor.

La lluvia empezó a mediados de diciembre, esta sería una buena despedida «un paseo, el cine o una cena», pero Julián se atiborro de pendientes a última hora, las cuales se complicaron con las preocupaciones de doña Marta - hijo, hoy es la cita en medicina general - , - Hijo, hoy tenemos que ir con tu tío, para que te aconseje sobre la vida en el extranjero-, - Hijo, faltan fedatear estas copias - , - hijo, hoy tenemos que ir a crear la cuenta bancaria - , - Hijo, ¿estás seguro que no vas a llevar nada más?. Diana solo contesta con la mejor actitud - Si, lo entiendo, salimos la próxima semana- faltan tan solo unos días, los preparativo del viaje volvieron los días estresantes y eternos, pero nada comparado con la burocracia de los trámites por los que tuvieron que pasar para la admisión y postulación de la beca, pero ahora el tiempo se hace corto y desesperante. Desde hace días que no se ven, unas cuantas llamadas, saludos cortos, intercambio de “Te quiero” como para anestesiar el tiempo y la distancia. Pero por fin, él ya está en camino, aunque esos cinco minutos se hayan alargado más de la cuenta, para esta ocasión estaría perdonado, con parte de sus ahorros mando a hacer un par anillos, sencillos pero significativo, cuando esté de vuelta esos anillos se cambiaran por unos de oro, por ahora, esto será una excusa para que ella no lo olvide, para recordarse a sí mismo que un día se prometió que nunca la dejaría.

La temporada de lluvias está por empezar, hoy la garúa estuvo agradable y la humedad me forzó a aumentar las tazas de café y los bizcochos de avena, recuerdo que solían gustarte, en especial cuando te los preparaba con cocoa; pero al café no lo tolerabas por prejuicios de salud, lo cual hasta ahora logra intrigarme «el exceso de cafeína es dañino, sin embargo, el alcohol de vez cuando no hace daño», en fin, releo los correos que solías enviarme por fin de curso de cuarto año, con asunto que iban mutando y cambiando de tono tras los días “Avance de trabajo final”, “diapositivas de la última parte”, “entrega final - cambiar conclusiones, plizzz”, “lista de lo que te debo de las impresiones y CD”, “lista de asistentes a la chocolatada - estas invitada” chocolatada a la cual solo asistieron el cinco por ciento, pero fue suficiente para que los panetones salgan volando y circularan botellas de coca cola dejando inundado el aire con olor a vodka «supuestamente algo tranquilo»; - Notas finales - por cierto, sacamos 18- , - No se que mas enviarte, contéstame con tu numero, pliz XD -, ese día llore de la risa «todo el semestre llevando el curso en equipo, y nunca intercambiamos números», luego la intriga me invadió, ¿Cual seria tu interés?, ¿Que tipo de interés?, pero preferí salir de dudas, y te envié el primer mensaje, el primero de varios - Hey, pensé que me tenias agregada, soy Diana-.

Diana trae envuelta la bufanda bien envuelta par tenerla protegida de la lluvia, sabe que en ese lado del mundo es invierno; lo ve de lejos entre la neblina, el paraguas parece no ayudar en mucho, se ve empapado, y parece irse a la dirección equivocada, levanta el brazo y da unos brincos, se siente ridícula pero es gracioso, el ademán parece no servir de mucho, porque él sigue avanzando en la dirección equivocada; se detiene, ve el mobil, no hay mensajes, y ve un par de llamadas perdidas, -!Hey¡ - escucha a lo lejos -¡Aquí!, el sonido de su voz casi disuelto por el golpe del las gotas sobre su casaca de cuero todavía es reconocible, aunque las gafas empañadas no ayudan de mucho, pero logra reconocerla bajo el umbral del portal, ahora si va en camino confiado y apurado a la vez, sin importarle la neblina, sin ponerle más atención al sonido de la lluvia, ignorando el semáforo que a duras penas podía distinguir, pero no pudo huir del prolongado sonido que se agudizó en sus oídos hasta desvanecerse por completo.
 
No esperaste más de dos días para empezar a merodear como si nada, la primera vez que te vi a lo lejos, sin más y ni mas saliste corriendo, y me apresure a salir de casa para alcanzarte, mi hermana salió tras de mí, -¡Julián! ¡Julián! - los gritos eran los suficientemente fuertes para que voltearas a verme, pero rápidamente desapareciste  sin saber a donde ir a alcanzarte; pero las fuerzas se me acabaron y sin darme cuenta estaba llorando, mi hermana me tomo fuertemente de los brazos logrando calmarme. Las siguientes veces no corrí ni más lento, ni mis gritos fueron más débiles, pero aún así logras desaparecer, los llantos empezaron a ser de frustración, de coraje, mis quejidos sonaban más a rabietas, no entendía lo que me decían - ¡Él no puede estar aquí, él no va a venir!- y tenían razón, mientras en mi mente enumeraba todas esas razones: el vuelo, el pasaje, la beca, y se fue sin decirme ni una sola palabra. Los ataques de nervios se los atribuyeron a las excesivas tazas de café, y a que solo me alimentaba los últimos días a base de panecillos de avena, era cierto; con el tiempo empecé a tomarlo con calma, asimile el hecho que estarías dando vueltas, sin el suficiente valor a acercarte, empecé a asimilarlo a medida que bajaban las dosis de calmantes entonces decidí no mencionarte como si nunca hubieras vuelto, como lo esperaba, efectivamente nadie volvió a mencionarte, y si alguien lo hacía, fingiría no recordar nada y así todos no dirán más y el tema quedaría poco a poco relegado, para tranquilidad mía. Entonces acabó el verano, y se fue la lluvia, pero tú te empeñas en no irte, recuerdo que bromeabas - las azucenas para mi, representa mi pureza- obviamente nadie lo creía, y te lanzaron unas de papel a finales de octubre en medio de carcajadas. No es época, pero en las florerías nunca faltarán las azucenas, verdaderas por su puesto, te diría la hora y lugar «el martes a las diez de la mañana, sin lluvia por favor», por correo o mensaje de texto, que más da, no responderás igual, como todos aquellos mensajes y correos que te envié, hasta que tu línea empezó a contestar como bloqueado y tu buzón de correo lleno, que mas da, llevaré de las blancas y las azules, espero que no se chamusquen con la lluvia hasta llegar a casa.

Le tiemblan los brazos, las piernas, el alma; la sangre se disuelve entre los charcos de agua de la calzada mientras siente sus dedos fríos entre sus manos, Diana ya no puede gritar más; de entre la gente que los rodea, se abre paso los bomberos. El sonido de las sirenas ponen un fondo tétrico mezclado con el murmullo de la gente que parece tan lejana, la verdad es que todo parece un sueño, ve a su alrededor una y otra vez, a duras penas vuelve a tomar conciencia de Julián tendido en el charco de su propia sangre, ve su rostro, parece dormido, se intenta convencer que todo es un sueño porque parece dormido, tan tranquilo, espera que abra sus ojos una vez más, esperando que se ría y que diga que todo es una broma; la lluvia no deja de caer, pero no logra romper esa cápsula de ensueño - Está muerto- confirman los bomberos, solo el llanto de doña Marta rompe la irrealidad, y todo vuelve a pasar sobre sus ojos una y otra vez, el auto a alta velocidad, su cuerpo volando, el sonido de su cabeza sobre la berma, la sangre brotando entre sus dedos mientras lo cogía de la cabeza y pedirle que reaccionara, pero nunca volvió a abrir los ojos para ella. 

Ocho y media, hora extraña para caerse el cielo con este aguacero, mientras el autobús se atiborra de gente empapada y que sin querer empujan pretendiendo llegar a tiempo a su trabajo, sin querer generan un calor incómodo mientras vamos de pie; el paraguas parece abrirse de entre las piernas de toda la gente que trata de hacerse un espacio; que mas da, me encuentro cerca del destino con las azucenas sobrevolando mi cabeza, quizás para verte por ultima vez si así lo deseas, para quizás, pretender ver tus ojos de nuevo. Las calles forman un charco inmenso, el sonido de la lluvia rompe sobre mis oídos, pero por ahora no pretendo quebrar los nervios, voy cuesta arriba, contra la corriente de los riachuelos que se hacen sentir al filo de la vereda, mientras los puestos empiezan abrir tímidamente amenazados por la extraña lluvia con la que hoy amanece, emanando el tibio aroma de los crisantemos. Son las nueve y media, las grandes puertas ya están abiertas, de nuevo cuesta arriba, mientras los riachuelos se hacen más menudos, y el olor a tierra se hace tierna, los murmullos de la gente se aclaran mientras la lluvia se disipa y el sol se presentó inesperadamente, las azucenas sobrevivieron, se ven un poco pálidas pero están vivas porque siento su leve respirar entre mis manos, se que tu también los sientes. Al pie de tu tumba, te niegas a dejarme, pero , ahora me toca decir adiós a mi, sobre tu regazo, tus flores favoritas traen a mi todos esos momentos de tu ausencia, mientras tu recuerdo no dejaba de seguirme, y aun así, no me regalaste una última mirada, ni un último sonido de tu voz, te hubiera regalado mi locura, pero siempre escoges irte, hasta que deje de buscarte, tratando se conservar la poca cordura y enlistando las posibles razones de tu entusiasmo en atormentarme, sin nunca tocarme, te lo reprocho porque me dueles hasta hoy, dicen que no es prudente irme, mucho menos hacia donde se suponía iba a ser tu destino hace un tiempo, pero escogiste irte, a medias, no puedo jurar que te olvidare. Prometo conservar lo bonito de tus recuerdos, resignarme a no volver a ver tus ojos, aceptar al fin tu partida.