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Déjame de
contarme tu tristeza, una a una tus lágrimas, estoy agotada de vivirlas. más
bien cuéntame de todas las veces que despegaste hasta las nubes, de todas las
veces que besaste el tiempo y te rasgaste no solo la piel soñando de pie entre estiércol
y alcohol, cuéntame de todas esas veces que no existen pero que te hacen feliz.
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Te diré que
desde hace tiempo no he soñado despierta, ando tan consiente de la vida, de los
días, del tiempo que se va, que se lleva mi piel, pero no la vida.
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Deja de
mirarte en el espejo que de a poco te estas partiendo, tus ojos son del mundo,
ven como el mundo, has perdido la capacidad de ver con el corazón, que de a
poco deja de palpitar; lo estoy sintiendo morir por la noches, el aire se condensa
en esos pulmones fuertes, que se resisten a continuar, hay explosiones de aire sobre
los parpados y el pecho arde, ni la costa puede ahuyentar el eco de esa muerte
que llevas bajo el brazo, que no quieres dejar ir, esa muerte que anda aburrida
queriendo librarse, pero no se atreve a jugar con los designios del tiempo.
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De nuevo,
te diré que lo siento, pero no es así, es parte de todos los días, te diré, ha aprendió
a sonreírme, a veces se agita, pero la tranquilizo con pequeñas historias
vuelve a acurrucarse entre mis pasos.
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Crees que eso
es vivir.
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Me dijiste
pues, ahora miro con estos ojos que son del mundo, no puedo entenderlo de otra
manera.